Pese a la victoria, “la lepra” continúa envuelto en polémicas -que no lo favorecen- con los arbitrajes.
Cuatro partidos sin victorias, con tres derrotas y un empate, después de un comienzo superlativo con una cadena de un póker de victorias, modificó el clima en Newell’s. A los resultados, en particular la caída en el clásico, se sumó los fallos polémicos que perjudicaron a los rojinegros y el director técnico Mauricio Larriera levantó la voz después de la igualdad 2-2 con San Lorenzo, en el Parque de la Independencia. El charrúa apuntó sin miramientos, luego de la convalidación del primer festejo del Ciclón, tras las sujeciones que protagonizaron el defensor Ian Glavinovich y el atacante paraguayo Adam Bareiro.
En la noche del jueves, en el estadio Marcelo Bielsa, cuando las controversias volvían a espesar el clima, por una supuesta infracción en el área sobre el uruguayo Juan Ramírez, el artillero no se quedó atrapado en la acción y con repentización corrigió un remate de Angelo Martino para señalar el camino del éxito, devolver la tranquilidad y la esperanza en Newell’s.
En una semana en la que el cruce mediático entre Carlos Tevez, director técnico de Independiente, y Pablo Toviggino –tesorero y secretario ejecutivo del Consejo Federal de la Asociación del Fútbol Argentino- polarizó el planeta futbolístico nacional, la particular situación de Newell’s se ofrecía como una tormenta en formación y a punto de desatar el vendaval. “Están pasando cosas muy extrañas y es peligroso. Hay cosas que no las puedo callar, estoy viendo cosas muy raras. ¿Qué están haciendo en Ezeiza con el VAR? Con todo respeto lo digo. No digo esto porque tenga miedo de que me echen, no me gustan las injusticias. Yo no sabía cómo hacer para controlarlo: soy un caballero, pero no soy estúpido”, reclamó Larriera, tras la actuación del árbitro Andrés Merlos, que traía antecedentes negativos frente a Newell’s. El mismo juez expulsó a Cristian Ferreira en 2023, cuando el volante –ahora en San Lorenzo- estaba por ser reemplazado frente a Lanús.
El inconformismo y el debate en los rosarinos empezó en la previa del clásico con Rosario Central, cuando el árbitro Leandro Rey Hilfier expulsó a Ever Banega por una infracción sobre Santiago Ascacibar. Pero la tarjeta roja que le mostraron al estratego que decidió regresar a Newell’s a pesar del interés de Boca fue acertada, aunque la pérdida de una pieza clave en el armado del equipo –por experiencia, desequilibrio, conducción, orden…- resultó una sanción acertada del juez.
El desarrollo del juego con Tigre, con Newell’s manejando el ritmo y generando a partir de la jerarquía de Banega las mejores situaciones de riesgo ante un rival que no descubre el modo de despegar del último puesto de la tabla de posiciones de la Zona B, matizó las protestas y el enojo que invadía a los simpatizantes rojinegros, los que asomaban a punto del estallido ante el primer fallo controvertido. Y los hubo, porque Julián Fernández recibió un golpe –involuntario- de Martín Garay y el árbitro Pablo Echavarría le dio continuidad al juego y cortó para cobrar una posición adelantada de Francisco Panchito González. Al observar le sangre en el rostro del volante de Newell’s, modificó el fallo: sancionó tiro libre para los rojinegros, aunque no castigó disciplinariamente al futbolista de Tigre.
Newell’s era más que el rival, pero no lograba plasmar esa diferencia futbolística en goles. Por la impericia y falta de serenidad que atrapa a Brian Aguirre y a Panchito González y por la desconocida actualidad de Ramírez –sin anotaciones desde el triplete con Unión, por la cuarta jornada de la Copa de la Liga-, y los fantasmas se agigantaron cuando el artillero charrúa quedó liado con Gian Nardelli dentro del área y Echavarría con sus gestos señaló que se trató de un simple choque, sin sujeciones ni intencionalidad. El reclamo de Ramírez se apagó rápidamente, cuando él mismo modificó la trayectoria de la pelota para desairar al arquero Matías Tagliamonte. El festejo resultó un grito de liberación para el goleador y también un alivio para el público, que alejó las pesadillas que lo tenían aprisionado.
La victoria lo devuelve a Newell’s a los puestos de clasificación para los playoffs, con cinco fechas para la finalización de la etapa regular de la Copa de la Liga; también el triunfo le permite enterrar la serie de cuatro encuentros sin victorias. Para alimentar todavía más la ilusión le falta recuperar aquel juego sólido que enseñó en el comienzo del torneo, aunque el éxito reconstruye y devolvió la confianza. El festejo del final, una señal de alivio y fe.
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